Sergio Ramírez o el narrador del infortunio nicaragüense
- Hadriannus
- 5 dic 2018
- 2 Min. de lectura
No fue sino hasta que vino al Paraguay en junio de 2017, para conmemorar el Centenario de Augusto Roa Bastos, que conocí a don Sergio Ramírez. Su paso por Asunción me sirvió de excusa para acercarme a su obra, que desconocía. Coincidentemente, ese mismo año el nicaragüense sería galardonado con el Premio Cervantes.
Primero leí “Margarita, está linda la mar”, obra con la cual obtuvo el Premio Alfaguara en 1998. En ella se cuenta, en medio de una trama tumultuosa y trepidante, la conspiración que acabó con la vida del dictador Anastasio Somoza García, en el año 1956.
Desde luego, Sergio Ramírez, a más de grandísimo narrador, tiene a su favor una circunstancia trascendente a la hora de contarnos en clave novelística la compleja trama histórica de su país: No sólo fue uno de los complotados para destronar al sanguinario tirano Anastasio Somoza Debayle en 1979, sino que se desempeñó como vicepresidente del gobierno sandinista entre 1985 y 1990. Para aquellos que amamos la mixtura entre literatura e historia, este tipo de relatos resulta francamente alucinante.
Adentrarnos en la realidad nicaragüense, tan similar a la paraguaya, es una aventura vigorosa. Un país distante, que conocemos tan poco y al que, sin embargo, nos hermana una dolorosa historia de opresión. Esa historia, en el caso de Ramírez, es narrada en formato de novela de una manera cautivante y seductora. El Cervantes 2017 siempre sabe atraparte en un relato en el que es difícil delimitar las fronteras entre la realidad y la ficción, un fenómeno que experimentamos de manera cotidiana en esta Latinoamérica donde nunca sabemos si lo que vivimos es sueño o vigilia, existente o espectral.
Por eso, a “Margarita, está linda la mar”, les sugiero continuar con “Adiós muchachos”, obra en la que cuenta magistralmente el proceso en el que maduró la Revolución Sandinista, cómo obtuvo los recursos para concretarla, los apoyos internacionales que cosechó en la región y en el mundo, así como los tropiezos que encontró al intentar llevar a la práctica sus ideales humanistas.
En “Sombras nada más”, continúa la zaga nicaragüense, esta vez con el relato de la azarosa vida de don Alirio Martinica, un antiguo secretario privado de Anastasio Somoza que es detenido y enjuiciado en los albores del gobierno sandinista. A pesar de su posición antiguamente encumbrada, el ex jerarca tiene a su favor el hecho de que ya había caído en desgracia durante régimen dictatorial somocista, antes de su derrocamiento, lo cual lo ubica, de alguna manera, en una situación de doble desventura y lo convierte, al mismo tiempo, en un cierto objeto de misericordia, como diría el propio Ramírez en una entrevista al diario español El País.
En fin, hay muchas obras más de don Sergio a las que podría hacer alusión, sin embargo, tengo para mí que, en clave roabastiana, estas obras resumen bastante bien su propia “trilogía del monopolio del poder”. Hoy como entonces, Sergio Ramírez continúa siendo el gran narrador del infortunio nicaragüense, de la lucha de ese pueblo por la emancipación, primero del colonialismo, luego del predominio estadounidense y, por último, de sus propios fantasmas dictatoriales, esos que aún hoy deambulan por la pequeña y resistente nación centroamericana.
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